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Encontrar a un gurú verdadero es hallar a un enviado de Dios


Encontrar a un gurú verdadero es hallar a un enviado de Dios que guía al devoto en la senda de la realización del Ser.

Después de acumular una desconcertante mezcolanza de encarnaciones temerarias y, a menudo, dolorosas, el alma atormentada exclama: «¡Basta ya!», e inicia la búsqueda sincera de su emancipación.
Debemos preguntarnos cómo ha de sentirse nuestro Creador al ver que la mayoría de sus hijos errabundos sólo acuden a Él cuando se encuentran sumidos en la desesperación, después de verse obligados a buscarle debido al azote del dolor. Sin embargo, cuando finalmente comienzan a anhelar a Dios y la liberación que Él otorga, y oran profundamente al Padre Celestial — impulsados por el sufrimiento, el desconcierto o el raciocinio discernido –, Él se conmueve y responde enviándoles su amorosa ayuda. Dios, que siempre está atento a las inclinaciones del corazón humano, favorece al devoto que busca la verdad; para ello le proporciona algún tipo de ayuda, de acuerdo con la disposición del suplicante y la intensidad de su anhelo. Durante el periodo de curiosidad filosófica del buscador, Dios ocasiona un contacto aparentemente fortuito del aspirante con los preceptos de un buen libro o con el consejo de algún maestro espiritual. Pero cuando el devoto no se satisface con el exiguo conocimiento que le aportan los tratados religiosos o los instructores mediocres, y su corazón se siente corroído por e intenso anhelo de encontrar a Dios, el Padre le envía a su hijo un ser que conoce a Dios y que está capacitado para conferir tal conocimiento espiritual a los demás. En el comienzo, de entre nubes nimbadas para ofrecerle bendiciones y sabiduría. Él utiliza la diáfana intuición, la conciencia divina y las enseñanzas de un maestro — un alma que ha alcanzado la iluminación — para conducir al devoto hacia Él. Por consiguiente, el gurú no es un maestro común, sino que es un mensajero-preceptor celestial que guía al devoto por medio de la sabiduría, el raciocinio y la disciplina de las prácticas espirituales (sadhana) a lo largo de una vida o de cuantas sean necesarias hasta que el alma recupera su libertad en el Espíritu.
Los caprichos de la inconstancia y la excitación mental que acompañan al afecto por la novedad son verdaderos impedimentos en el sendero espiritual Probar una iglesia tras otra, o un maestro tras otro, o coleccionar un cúmulo de ideas incompatibles, es una fórmula segura para sufrir una «indigestión» de teorías. El camino hacia la sabiduría consiste en integrar las verdades a la propia realización personal y no en acumular conceptos que no se han demostrado ni corroborado. El método para hallar a Dios difiere del que se aplica en las universidades, que consiste en reunir conocimiento y almacenarlo en el cerebro con el objeto de formar especialistas en cierto campo. Pero aun así, un estudiante de medicina, por ejemplo, jamás aprendería su especialidad si deambulara de materia en materia, cambiando de una institución médica a otra y asistiendo a algunas clases en cada una, pero sin ceñirse a un entrenamiento intensivo en las asignaturas que requiere para graduarse dentro de un programa bien estructurado. El aspirante espiritual dedicado debe comprometerse a consagrar el tiempo preciso y aprende las lecciones necesarias que le permitirán alcanzar la realización del Ser; asimismo, practicará aquellos métodos comprobados que han forjado a santos conocedores de Dios.
Son numerosos los maestros capacitados que generosamente sirven y ayudan a los demás, pero también existen muchas posibilidades de abuso inescrupuloso por parte de aquellos que se aprovecha de la vulnerabilidad emocional de quienes, buscando apoyo en la religión se apegan aciaga y obstinadamente a la personalidad del instructor y a los asertos que éste concibe. Durante los primeros años de mi búsqueda de Dios, no pocos de estos pseudogurús intentaron impresionarme haciendo un gran despliegue de piedad y verbosidad acerca de las escrituras, pero la santidad se hallaba ausente de su comportamiento, que podría resumirse en , y también de las huecas palabras sagradas que recitaban maquinalmente y que no provenían de su propia percepción espiritual.
Es preciso discernir entre aquel que se hace llamar maestro — que emplea la religión como medio de vida, o de ganar dinero, o para conseguir la fama y adeptos– y un maestro genuino, que utiliza su religión (y los métodos organizativos aplicados a la religión basados en sólidos principios) únicamente para servir a sus hermanos por medio de la espiritualidad verdadera. Al aceptar a un gurú, alguien en quien se deposita explícitamente la lealtad y la confianza, es necesario, ante todo, actuar con cautela y buen juicio.
Es posible tener muchos instructores en el comienzo de la búsqueda espiritual, pero cuando el corazón y el alma se han establecido con toda confianza en runa relación gurú-discípulo dispuesta y bendecida por Dios, el discípulo tiene a partir de ese momento un solo gurú y ningún otro instructor. El devoto permanece fiel a ese gurú y se siente espiritualmente satisfecho con el mensajero que Dios le ha enviado. Abandonar al gurú y sus ideales significa rechazar la ayuda enviada por Dios, el Único Gurú de gurís: ; el Único a quien adoran .

Paramahansa Yogananda, (La Segunda Venida de Cristo, primera edición en español de la editorial Self-Realization Fellowship: 2011 (volumen I)) pg. 219-222