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Investigaciones científicas demuestran que el corazón afecta el organismo en su conjunto.


Las investigaciones científicas comprueban que el corazón es mucho más que un simple órgano de bombeo. En realidad, se trata de un centro de procesamiento de información sumamente complejo y autoorganizado, informan el Dr. Rollin Mccarty y sus colegas en Science of the Heart: Exploring the Role of the Heart in Human Performance (La ciencia del corazón: Investigaciones sobre el papel del corazón en el rendimiento humano) (Institute of Heart Math, Boulder Creek, California, 2001).
Tradicionalmente, el estudio de las vías de comunicación entre la «cabeza» y el corazón se ha abordado desde una perspectiva bastante unilateral: la ciencia se enfoca ante todo en las respuestas del corazón a las órdenes provenientes del cerebro. Sin embargo, ahorita sabemos que la comunicación entre el corazón y el cerebro es, en realidad, un diálogo dinámico y continuo en ambas direcciones, en el cual, cada órgano influye constantemente sobre las funciones del otro. Las investigaciones muestran que el corazón se comunica con el cerebro principalmente de cuatro formas: neurológica (a través de la transmisión de impulsos nerviosos), bioquímica (vía hormonas y neurotransmisores), biofísica (por ondas de presión) y energética (por medio de la interacción de campos electromagnéticos). La comunicación que se establece por todos estos conductos afecta de modo significativo a la actividad cerebral.

Los neurocardiólogos han descubierto que un 60 o 65 % de las células del corazón son en realidad neuronas, no células musculares como se creía anteriormente, explica Joseph Chilton Pearce, experto en desarrollo infantil, en una entre vista publicada en 1999 en el Journal of Family Life (volumen 5, número 1).  Estas células son idénticas a las neuronas del cerebro.  Operan a través de las mismas conexiones intermedias denominadas «ganglios», con las mismas conexiones de alones y desdirías que se producen en el cerebro, así como mediante el mismo tipo de neurotransmisores que se encuentran en el cerebro.  En otras palabras, literalmente hay un «cerebro» en el corazón cuyos ganglios están conectados con cada órgano importante del cuerpo, y con todo el sistema de husos musculares que de manera singular posibilita que el ser humano exprese sus emociones.

Las conexiones neuronales de nuestro cerebro cognitivo-emocional con el corazón son directas, sin intermediarios, informa Pearce.  Él explica que el cerebro efectúa una evaluación cualitativa de nuestra experiencia acerca del mundo y envía esa información a cada instante hacia el corazón.  A su vez, el corazón exhorta al cerebro a emitir la respuesta apropiada.  En otra palabras, las respuestas del corazón afectan al organismo humano en su conjunto.  Por eso, la conclusión a la que llegan estos científicos es que, aunque es el cerebro el que provee de percepciones al corazón, es el corazón, en respuesta a los informes del cerebro, el que devuelve instrucciones positivas o negativas a los centros cerebrales que gobiernan las emociones (y, al cuerpo entero, por medio de hormonas que se liberan en el flujo sanguíneo).

Paramahansa Yogananda, La Segunda Venida de Cristo Vol II, pg 61, Self Realization Fellowship, 2012